¿Cómo saber si se está haciendo una inversión inteligente en Venezuela?

El acelerado galope de la inflación en Venezuela no es un secreto a voces, es una realidad. Cifras del Fondo Monetario Internacional estiman que ésta cerrará en 720% en 2017 y 2.068% en 2018. Asimismo, según los datos mensuales ofrecidos por el Poder Legislativo, el indicador se sitúa en 176 % en lo que va de año.

Ante este panorama, es lógico que el empresario y emprendedor cuide cada vez más su capital, pero resulta obvio que debe moverlo y una de las opciones para duplicarlo es invertir en una startup o proyectos “de arranque” que a la larga podrían convertirse en poderosas empresas. El país cuenta con numerosas iniciativas de este tipo para invertir, muchas de las cuales hemos reseñado.

Esto es muy común en Estados Unidos; empresas de capital de riesgo y también los llamados business angels (individuo que provee capital para un proyecto). Los ejemplos abundan, entre las más conocidas se encuentran Y Combinator y Sequoia Capital, firmas que dieron vida a Airbnb, Apple y el mismísimo YouTube, cuando éstas sólo eran pequeños proyectos de unos emprendedores.

En Venezuela no es enormemente popular el término, pero tampoco es inexistente, inclusive el sitio norteamericano Angel.co enumera algunos  “Angel Investors” venezolanos en su plataforma web.

Ahora, trátese de un inversor de mayor o menor escala, el contexto país obliga a cuidar bien dónde se va a colocar ese dinero. ¿Cómo minimizar el riesgo? Para ello, hemos traído algunos tips del autor, empresario e inversionista Patrick J. Mcginnis, compartidos recientemente en su columna del sitio de Ismael Cala.

El especialista comienza con la buena noticia de que no se necesita ser multimillonario para ser un inversionista, pero advierte que antes de tomar la chequera, cuando se trata de inversiones ángel, las probabilidades están en contra, por lo que recomienda evaluar rigurosamente la decisión para evitar invertir por razones equivocadas como “vínculos personales, aburrimiento en la oficina, o ganas de formar parte en una compañía para alimentar tu ego”.

Dicho esto, ¿Cómo hacer entonces inversiones inteligentes? Mcginnis reveló: “A lo largo de mi carrera, he invertido en más de 20 negocios y analizado muchos más, desde emprendimientos basados en Silicon Valley, hasta firmas grandes y ya establecidas en los EE.UU., América Latina, y Asia”.

Aunado a ello, el también conferencista dijo que con el tiempo, aprendió que “no importa dónde esté ubicada una compañía, qué hace o dónde se encuentra en su ciclo de crecimiento, decidir si invertir o no se reduce a contestar tres preguntas claves”.

Indicó que las dos primeras no deberían sorprender a quien ya ha explorado el camino de la inversión anteriormente:

• “¿El negocio es atractivo? ¿Está posicionado hacia el éxito? ¿Opera en una industria atractiva?
• ¿Son tus socios, desde los inversionistas hasta los gerentes, competentes y éticos? ¿Son las personas correctas para llevar a cabo el trabajo?
• El tercer punto, sin embargo, no es tan estándar, pero me ha salvado en múltiples ocasiones a lo largo de mi carrera: ¿Puedes contribuir al éxito de la empresa para incrementar personalmente el valor de tu inversión?”, puntualiza.

En el último punto, el experto consolida una de las claves que serán determinantes en la rentabilidad que se pueda obtener de dicha inversión.

“Este tercer punto está impulsado por el interés propio. Si no puedes ayudar al equipo, ¿qué tan seguro puedes estar de que ellos devolverán tus llamadas y velarán por tus mejores intereses? (…) ser un inversionista proactivo que realmente ejecute acciones te mantendrá comprometido e informado del progreso. También, te posicionará para invertir en proyectos futuros con el mismo grupo de personas”.

En conclusión, lo anterior sugiere que, si bien es necesario invertir, y que los proyectos que están iniciando pueden el día de mañana convertirse en empresas millonarias, estas tres preguntas, como punto de partida, serían un “equipo de navegación” que contribuirían a minimizar las probabilidades de ser arrastrado por la ola de las estadísticas.