La estrategia de Piñera para asegurar su reelección

Este fin de semana concluyeron las elecciones presidenciales de Chile, un evento que fue llevado a una segunda rueda debido a la paridad entre los principales candidatos, pero quedio como ganador final al ex presidente Sebastián Piñera.

Piñera, un empresario multimillonario del país sudamericano, se dedicó a los estudios por gran parte de su vida, graduándose de Ingeniería Comercial en la Universidad Católica de Chile, y completando un master y un doctorado en economía en la Universidad de Harvard.

A pesar de sus amplios conocimientos en varios campos de gestión, el primer periodo presidencial de Piñera (entre 2010 y 2014) fue uno muy polémico, principalmente pos sus esfuerzos de privatizar la educación, lo que llevó a varios años de protestas y un recrudecimiento en la violencia policial.

En las elecciones de 2013 fue sustituido por Michelle Bachelet, quien realizó una serie de reformas especiales enfocadas en el desarrollo social del país, y que hizo que muchos de los partidarios del ex presidente comenzaran a desligarse de ella. Piñera poco a poco fue ganando popularidad nuevamente, y logró relanzarse como candidato a la presidencia.

La promesa como herramienta de Piñera

Sin embargo, luego de la mala imagen que causó durante su primer periodo de gobierno, parecía complejo que el magnate pudiera volver al máximo poder de la nación. Es por eso que su estrategia de ventas fue una sola: crear una promesa que pudiera demostrar que había logrado un aprendizaje político que no tuvo en su primer mandato, y que podría imponer su visión de la mejor forma posible en este nuevo periodo.

La promesa específica de Piñera fue lograr el crecimiento económico del país, que según sociólogos del país significa que se ha dado preeminencia a este factor por encima la clase dirigente o sus ideologías específicas, es decir, al chileno ya no le importaría quien gane, siempre y cuando se obtenga una mejor calidad de vida.

Eso fue exactamente lo que el nuevo mandatario propuso. Si bien para la primera vuelta (en la que fue “derrotado”) utilizó a Bachelet como herramienta para culpabilizar a alguien de la situación, en la segunda vuelta su discurso fue enfocado en la creación de empleos, mejorar la calidad de vida, e potenciar el desarrollo económico del país y de la población.

Esta promesa parece alinearse cada vez más con la mentalidad de las poblaciones de la región, ya que una muy similar fue la que se impuso en Argentina, Perú y Brasil (incluso posiblemente en Ecuador), demostrando que las personas parecen buscar mucho más la individualidad, y la selección de mandatarios que realicen cambios a corto plazo.