La estrategia que podría mejorar la situación de los agricultores venezolanos

Hace una semana, Venezuela se encontró con la noticia de que una gran parte de los caficultores estaba migrando de forma masiva para trabajar en Colombia. Según algunos productores, su equipo puede estar compuesto hasta en un 30% de trabajadores venezolanos.

La falta de incentivos reales, y de conexiones con cadenas de apoyo económico y distribución, han hecho que el trabajo de producir en Venezuela sea cada vez menos remunerado. En el caso de los caficultores que se van a Colombia, pueden generar cerca de 300 dólares mensuales con el mismo trabajo, un sueldo que es casi imposible de ganar en Venezuela dedicándose a esta labor.

Al igual que en muchas otras industrias donde la calidad del producto nacional es reconocida a nivel mundial, como el ron o el chocolate, no se ha visto un verdadero desarrollo para lograr convertirlos en una fuente de ingresos, no solo con miras a mercados internacionales, sino incluso de forma interna.

Según un reportaje realizado por Fox News a mediados de 2015, Venezuela apenas exporta 8.000 toneladas de cacao al año (casi lo mismo que el ron). Varios productores aseguran que la revocación de licencias, y complicaciones en las exportaciones hacen que en muchos casos se pierda el producto.

Una posible solución

Como se hace claro en el caso de los cafetaleros, la falta de incentivos, y un trabajo poco remunerado son la causa de su migración. Sin embargo, en el caso de cacao, también vemos que se afirma que es la falta de conocimientos y procedimientos para llevar a cabo el trabajo.

Ante esto, nace una estrategia de negocios que fue formulada hace más de 10 años por los economistas CK Prahalad y Stuart Hart, a través de su artículo “The Fortune at the Bottom of the Pyramid” (La fortuna en la base de la pirámide), que gracias a sus aportes, fue extendido en un libro completo.

En este, los expertos hablaban sobre la denominada “economía inclusiva”, en la que se crea un modelo de negocios sustentable, capaz de tomar a pequeños productores y distribuidores, y sumarlos a la cadena productiva empresarial, favoreciendo a las comunidades que forman parte de la base de la pirámide.

Se trata de una estrategia basada en la reducción de costos de producción, a la vez que se amplía de forma significativa la cartera de clientes. Según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), son 405 millones de personas que conforman un mercado de 759,000 millones de dólares, solo en Latinoamérica y el Caribe.

Pero no son solo ganancias lo que genera esta estrategia, sino que también se enfoca en la mejora de las comunidades más aisladas de los procesos productivos. A través de alianzas con empresas, estos agricultores pueden incrementar de forma significativa su productividad, mientras que se disminuyen los costos del producto final.

Recientemente Expansión reseñó varios casos de empresas que han aplicado esta estrategia en el mundo. Una de estas era la Agencia de Desarrollo del Té (KTDA), que se unió a comunidades de productores en Kenia, y logró incrementar de forma significativa los terrenos de producción, empoderando a cerca de 86 mil agricultores.

Unilever realiza una estrategia similar en China, donde se ha planteado la meta de impactar a 5.5 millones de personas en los próximos 3 años, uniendo a productores de tomate, de Xinjiang, a su  cadena productiva, brindándoles formación y tecnología para que mejoren sus ingresos de forma significativa.

Aunque no puede determinarse a ciencia cierta, esto puede significar el incentivo que necesitan los productores venezolanos, ya que no solo aumentarían sus ingresos personales, sino que estarían ayudando a mejorar sus comunidades, a la vez que incrementan de forma significativa su potencial de trabajo.