Ella hizo de la repostería una forma de expresar amor familiar y alcanzó el éxito
Elizabeth Blanco es repostera y embajadora de grandes marcas, y enseña cómo encontrar en la repostería no sólo una profesión, sino una forma de expresar el cariño a los que más amas.
Elizabeth Blanco, oriunda de Barcelona, estado Anzoátegui, comenzó su carrera como diseñador gráfico en el mundo de las revistas y de los medios de comunicación, donde diseñaba maquetas y producía folletos. Trabajó con empresas y proyectos importantes, incluyendo el diseño de revistas corporativas y campañas para centros médicos. “Yo imprimía en Caracas y trabajaba con estampa, hacía todo lo que puedas imaginar”, recuerda con nostalgia.
Sin embargo, un accidente laboral en 2010 la llevó a un punto de quiebre. “Mi cuerpo cayó encima de mi rodilla…y luego de haberme operado, me volví a caer y perdí la operación”, comenta. La recuperación fue lenta, y aunque intentó aferrarse a su profesión, la transición de empleada a emprendedora representó un reto personal y emocional. “Yo jamás me imaginé que los periódicos iban a desaparecer. Para mí, era mi vida; yo tengo mis primeras revistas intactas”, expresa.
Fue en este contexto que Elizabeth comenzó a explorar la repostería como una forma de terapia. Inspirada por su abuela, encontró consuelo en la creación de ponquecitos. Sin embargo, aceptarlo como una posible carrera o profesión fue un desafío. “Yo no aceptaba que la pastelería podía ser una profesión... me daba miedo el rechazo social por no trabajar en lo que había estudiado”, admite. “Mi principal miedo era darme cuenta que no me podía sentir feliz con algo que me hacía sentir vacía, y que la gente lo notara, porque yo soy muy transparente. Si me da por llorar, lloro frente a ti y no me importa”, aseguró.
Con el tiempo, las señales de su pasión se hicieron evidentes y decidió seguir su corazón. “Yo sentía que había algo que me faltaba y con el tiempo me di cuenta, que eso me lo daba la pastelería, pero no lo quería aceptar ¿entiendes?; yo ya estaba como cuadriculada, sentía que ya estaba lista para simplemente casarme, tener hijos y no fue así. Y la pastelería me demostró otra cosa”, agregó.
Mientras se recuperaba un negocio surgió
Tras su accidente, Elizabeth decidió formalizar su conocimiento inscribiéndose en una escuela de pastelería, a pesar de las limitaciones físicas que enfrentaba. “Yo iba en muletas a la escuela y era la única que podía sentarse porque todo es de pie en la cocina”, recuerda. Su pasión la llevó a mejorar sus técnicas y ver que podía ayudar a otras estudiantes.
Impulsada por una amiga, Elizabeth creó su primera cuenta en la red social de Twitter llamada Ponquecitos Barcelona, y a través de ella poder expresarse, pero aún no lo veía como negocio. Con recursos limitados, comenzó a vender ponquecitos saludables que preparaba en un pequeño horno eléctrico. Su enfoque inicial era más personal que comercial. “Al principio, lo veía como una forma de drenar mi depresión”, señala.
Pero el gran giro hacia el negocio, sucedió cuando Elizabeth identificó que sus alumnas, mujeres mayores que ella, buscaban algo más que habilidades técnicas: deseaban crear postres para reforzar la conexión emocional con sus seres queridos, especialmente con sus hijos y nietos. “Si, la gente no viene a emprender, la gente viene a aprender a hacer postres para conectar con las emociones de su familia”, explicó.
Las señales de que tenía un negocio que no aceptaba se hacían cada vez más evidentes. Llegaron encargos importantes, como la solicitud de la esposa de un alcalde para producir 1.000 ponquecitos para un evento social en Barcelona, estado Anzoátegui. Este hito marcó un punto de inflexión en su negocio, demostrando que podía manejar volúmenes más grandes y conectar con un público más amplio.
Perderlo todo en redes y comenzar de nuevo
Elizabeth no solo decidió enseñar para mejorar los procesos y técnicas que había aprendido, si no que había construido una comunidad significativa en redes sociales, alcanzando 70.000 seguidores esta vez en la red social de Instagram, una cifra que representaba años de trabajo y conexión con su audiencia. Sin embargo, un hackeo en su cuenta destruyó todo en cuestión de horas. “Yo sentí que se me murió alguien... fueron días duros, de un gran luto”, relata sobre el impacto emocional y profesional que esto representó.
Lejos de rendirse, decidió crear una nueva cuenta en Instagram desde cero. Con paciencia, esfuerzo y contenido auténtico, logró reconstruir su comunidad, actualmente tiene más de 50 mil seguidores.
Con la llegada de la pandemia en 2020, digitalizó sus clases y llegó a conectar con más de 900 alumnos de distintas partes del mundo. “Tengo alumnos hasta de la Patagonia... en un año llegué a ganar más de 30.000 seguidores”, explica sobre su resiliencia y capacidad para adaptarse.
Importantes marcas reconocen su potencial e impacto
La resiliencia y dedicación de Elizabeth no pasaron desapercibidas. Con el tiempo, se convirtió en embajadora de marcas como Piu Dolce, una línea de polvos para hacer helados de La Florida, la mayor fábrica de barquillas de Venezuela, entre otras como Chocolates Krön y Amoratia.
La relación de Elizabeth con Piu Dolce comenzó de manera técnica, cuando fue contactada por el gerente de la marca La Florida para colaborar en la mejora de sus fórmulas. “Él me llama para mejorarlas, él quería que yo las probara… siempre fue muy abierto a innovar”, recuerda Elizabeth. Este inicio marcó el comienzo de una relación profesional basada en la confianza y el compromiso por perfeccionar el producto.
Su capacidad para conectar emocionalmente con los productos y generar contenido auténtico la posicionó como una figura clave en la repostería venezolana. “En un año he trabajado con seis marcas... conecto y genero contenido con esos productos”, explica.
Además, ha desarrollado workshops innovadores para enseñar a emprendedores a optimizar sus recursos. Uno de sus talleres más populares se enfoca en reducir mermas en la producción de helados. “Hago un workshop donde les enseño a los participantes que no pierdan la merma... esa merma es una ganancia”, comenta.
Reflexiones sobre el éxito y el propósito
Hoy, Elizabeth ve la repostería no sólo como un negocio, sino como una herramienta para empoderar a otros. Sus proyectos futuros incluyen expandir sus clases y talleres, con un enfoque en técnicas accesibles y decoración avanzada. Más allá de las recetas, busca transmitir un mensaje profundo, “Delicias es más que una receta, es conectar con las emociones”, afirma.
Su historia demuestra que los desafíos pueden transformarse en oportunidades. Desde sus primeros ponquecitos hasta convertirse en embajadora de Piu Dolce, su trayectoria es un testimonio de resiliencia, creatividad y amor por lo que hace. Hoy, inspira a otros a encontrar su pasión y convertirla en un propósito de vida.
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